miércoles, 18 de noviembre de 2009

LA VUELTA A CASA

¡Hola de nuevo a todos!

Sé que hace una semana que no escribo, y que estabais esperando noticias nuestras (de Brilyn y mías), pero como podréis imaginar, entre el viaje, el jet lag, y la adaptación de los primeros días al nuevo hogar, a penas he tenido tiempo para sentarme a escribir.

El viaje de vuelta fue larguísimo, más de 24 horas estuvimos viajando, para hacer una ruta que normalmente se hace en menos tiempo. Nos tuvimos que levantar a las 3:00 de la madrugada del miércoles para salir de Rochester a las 4:00. Luego en realidad no salimos hasta las 4:30, porque Randy quería que todos los perros hiciesen el 1 (pis) y el 2 (caca) antes de ir a Detroit, y todos o casi todos lo hicieron. A Justice le costó más rato que al resto, pero al final lo hizo. La tardona fue la mía, Brilyn, que a pesar de que la pasearon un buen rato entre Randy y Jessica (otra instructora de la escuela), y que usaron “métodos especiales” que ellos conocen para obligarla a hacer, la pobre no hizo nada. Claro, diría que a esas horas que lo hiciesen ellos, que ella quería dormir.

Así que a las 4:30 montamos todos en la furgoneta y partimos rumbo a Detroit. Allí llegamos sobre las 5:15, y facturamos las maletas y pasamos los controles con los perros. Lo cierto es que es un poco locura, porque tienes que descalzarte, quitarte todos los bolsos o mochilas que lleves, pasar con el perro, volver a coger tus zapatos, tus bolsas y abrigos, y todo esto volver a colocártelo de nuevo sin soltar al perro. Pero todos lo logramos, y entre Randy y Lourdes nos fueron guiando por el aeropuerto a los 6 con nuestros perros, siguiéndonos unos a otros.

A las 7:30 despegamos puntuales de Detroit. Lo bueno es que la compañía aérea nos buscó asientos cómodos para ir con nuestros perrillos. Algunos iban en la fila delantera, y pudieron colocar al perro entre sus pies y la pared; otras como Carmen y yo, tuvimos que sentarnos en la última fila, al lado de los baños, una a cada extremo y el asiento del medio libre. Así al menos los perros podían tumbarse entre nuestros pies y el espacio del asiento del medio de las dos.

Fue un trayecto de 3 horas hasta Miami, y lo cierto es que no se hizo largo, al menos para mí, porque los perros se portaron estupendamente. Una vez que conseguí que Brilyn se tranquilizara y ella sola buscó la postura más cómoda, se quedó quieta, y las 2 pudimos echar un sueñecito hasta casi llegar a Miami.

Aterrizamos en la ciudad de Florida a las 10:30 (todo con bastante puntualidad), y lo primero que hicimos fue buscar un espacio donde nos dejasen sacar a los perros a hacer su park time. Había una zona con césped y cemento, justo al lado de la puerta, o una de ellas, porque el aeropuesrto de Miami me pareció inmenso, y allí pusimos a los perros. De nuevo todos o casi todos hicieron algo, salvo Brilyn, Skylar y Sunshine. Quizás fue debido al mal tiempo, porque nada más salir a la calle, nos sorprendió la lluvia. El golpe de calor que recibimos al instante de salir a la calle fue impactante, sobre todo teniendo en cuenta que veníamos del frío de Detroit. El clima en Miami era muy húmedo, con calor pegajoso, y la lluvia no ayudaba en absoluto a refrescar el ambiente.

Al final Randy nos llevó a una zona cubierta para que esperásemos a que pasase la lluvia, y así les dejábamos un rato de descanso a los perros, que debían estar un poco estresados del avión. Cuando el temporal parecía haber pasado un poco, fue él quien cogió a cada perro de los que no habían hecho aún el 2, y los fue llevando uno por uno a la zona de hierba. Estuvo un buen rato, pero al final consiguió que todos hicieran lo que tenían que hacer. Aun quedaban muchas horas por delante, y era necesario que evacuaran antes de subir al avión, porque serían 8 horas de viaje y los perros debían aguantar hasta Madrid.

Así que después del park time de los perros, volvimos de nuevo al interior del aeropuerto. Total, solo eran las 12:30, y no cogíamos el otro avión hasta las 17:20, por lo que teníamos unas cuantas horas por delante.

Pasamos de nuevo los controles, y una vez en la puerta de embarque, buscamos unos asientos para comernos la bolsa de picnic que nos habían preparado en la escuela.

Cuando eran ya cerca de las 16:30, los humanos también fuimos a nuestro park time, a llamar a las familias, etc. Y el momento de las despedidas llegó. Randy debía dejarnos ya, pues él no podía pasar al avión. Así que se despidió de todos, uno por uno, con besos y apretones de mano (incluso hubo un abrazo para Lou, después de todo lo que nos la ha hecho sufrir traduciéndole, la pobre). Le repetimos varias veces que tenía que venir a España, le dimos las gracias por todo, y una vez que atravesamos la puerta de embarque, le dejamos atrás para siempre.

La verdad es que te da mucha pena, porque no sabes si volverás a ver a esa persona alguna vez, porque es la persona que ha entrenado a tu perro para guiarte, porque gracias a él has aprendido a guiar y ser guiado con tu perro. Es un momento triste, y supongo que para él también debe serlo, pero imagino que estará ya acostumbrado a entrenar perros y que se marchen lejos. En cualquier caso, fue un momento extraño, y el sentimiento de que a partir de ese momento estábamos solos con nuestros perros, sin él para corregirnos si hacíamos algo mal, fue muy intenso, raro pero a la vez emocionante. A partir de ahí, nos enfrentábamos solos al mundo de ahí fuera.

El vuelo de Miami a Madrid duró 8 horas y media, y de nuevo, los perros se portaron estupendamente. Las azafatas no dejaban de decirnos lo guapos que eran, lo bien que se portaban, y que estaban ahí para lo que necesitáramos. Ellas también se comportaron muy bien, la verdad, y la compañía de nuevo nos colocó en posiciones lo mas cómodas posible. Íbamos en la fila de asientos central, uno de nosotros a cada extremo y de nuevo el asiento del medio vacío. Los perros fueron tumbado todo el rato, excepto cuando llegó la comida que levantaron la cabeza para ver si caía algo para ellos. Pero en general, fueron muy tranquilos durante todo el vuelo, y nos dejaron dormir a gusto.

A nuestra llegada a Madrid nos recibieron en el aeropuerto Miguel Ángel, del Club de Leones, y Enrique, el conductor de la Fundación ONCE del Perro Guía. De nuevo sacamos a los perros a park time, y a continuación nos montamos en la furgoneta de la fundación. Ese fue el momento de la despedida para Lou, que ya se iba a su casa. Fue todo muy rápido, y como estábamos muertos de cansancio, la verdad es que no sé si nos enterábamos mucho de lo que decíamos, pero en cualquier caso, seguro que no le agradecimos lo suficiente todo lo que ha hecho por nosotros. ¡Lou, vuelve pronto!

Nuestro siguiente destino era Boadilla del Monte, donde está la escuela de perros guía de Madrid. Allí les cambiarían el chip a nuestros perros, nos darían una charla de bienvenida, comeríamos todos juntos, y después, cada uno de vuelta a su casa.

Fue muy dura la mañana, después de tantas horas de viaje, allí tratando de atender a la charla que nos dieron. A penas recuerdo nada de lo que nos dijeron, pero menos mal que nos dieron una carpeta con toda la información, así podríamos mirarlo con tranquilidad en casa.

Después de la comida y de volver a poner a los perros a park time, por si aun querían hacer algo antes de montar en el tren, avión o lo que tuviera que coger cada uno, llegó el momento de las despedidas. Las primeras en marchar éramos Ana y yo, yo porque tenia el tren mas pronto, y ella porque tenia que ir hasta el aeropuerto. De nuevo todo fue muy rápido, besos y abrazos mezclados con promesas de volver a vernos, de visitarnos, y deprisa y corriendo a la furgoneta.

Cuando llegamos a la estación de tren, me despedí de Ana, que se quedó en la furgo, y Enrique me acompañó hasta el interior. Allí me esperaban mi madre y mi novio, para volver todos juntos a casa.

El momento del reencuentro y la reacción de Brilyn al conocerles, os lo puedo resumir diciendo que, como la pobre estaba tan cansada, demasiado hizo que les olió y les chupó. Ellos se volvieron como locos con ella, sobre todo mi madre. El viaje de vuelta en el tren recuerdo que fuimos hablando, que quería contarles muchas cosas, y preguntarles otras tantas, pero a penas me tenía en pie. Brilyn trataba de dormir a nuestros pies, pero estaba tan agotada, que estaba muy sensible a cualquier ruido, y cada vez que sonaba la puerta del vagón o pasaba alguien por el pasillo, se levantaba a ver qué ocurría. Demasiadas cosas nuevas para ella en un solo día.

Al fin llegamos a casa, después de una hora en el tren, y mas de 24 horas de viaje a nuestras espaldas.

Y lo que vino a partir de ese momento, os lo contaré otro día, que hoy ya os dejo un post kilométrico (para que no os quejéis, jaja).

¡Besos a todos!

2 comentarios:

Duende dijo...

Bueno una vez en España habeis cerrado un capítulo de vuestra aventura, pero empieza otro aún más apasionante si cabe. Un beso

Lou dijo...

¡Qué alegría volver a leerte Patri! Me alegro de que el viaje fuera bien, ¿qué tal se está adaptando Brylin a la vida en Valladolid? Espero que bien y que no te dé mucho trabajo.

Gracias a vosotros por la experiencia, la verdad es que ha sido quizá el trabajo más bonito que he hecho hasta ahora, ha sido muy gratificante desde el principio hasta el final, y veros el jueves en el aeropuerto cada uno con vuestro perro me dio una alegría inmensa, a pesar de estar muerta de cansancio!

Hemos pasado ratos divertidísimos y no me canso de daros las gracias a todos por ello. De todos modos, seguro que nos veremos, ya te haré una visitilla por Valladolid!

De momento sigue teniéndonos al día de tus aventuras con Brylin (me acuerdo de Carlos y su mítica frase: "vigile a ese Golden!") y pon alguna foto de ella en el blog, para que veamos lo guapa que está!


Un abrazo fuerte!

Lou