Sé que estábais ya impacientes por leer el siguiente capítulo de la historia, así que, aquí vamos, jaja.
Pues bien, ayer después de la entrega de los peluches, cada uno estuvimos un buen rato a solas con el nuestro, en la habitación, conociéndonos.
Brilýn estaba muy excitada, no paraba de dar vueltas, de jadear, de olerlo todo y chuparme por todas partes. Lo primero que noté es lo cariñosa que es. Todo el tiempo está provocándote para que la acaricies, y ayer en ese rato a solas no hacía más que chuparme las manos, la cara, hasta el pelo, jajaja. Y mira que yo para esas cosas soy bastante melindrosa, que nunca me ha gustado que me chuparan, y menos los perros, pero no sé, cuando se trata de tu perro, de TU PROPIO PERRO, la cosa cambia muchísimo.
Ahí me tenéis a mí toda tirada por el suelo de la habitación, jugando con ella, acariciándola, dejándola que me oliese y me chupara entera, jajaja.
Desde el primer momento noté lo dulce que es, pero al mismo tiempo es súper sensible.
La peor parte era cuando escuchaba a Randy, el instructor, pasando por el pasillo, porque salía disparada hacia la puerta de la habitación, conmigo corriendo detrás, tirando de la correa. ¡Menuda fuerza tiene la tía! Pero al principio es normal que vayan todos corriendo hacia el instructor, o que no nos hagan caso a nosotros, porque al fin y al cabo, él ha sido quien les ha entrenado durante los últimos meses, es la persona con la que más contacto han tenido. Al principio les va a costar mucho entender que ahora es a nosotros a quienes deben obedecer.
Durante esa hora que me dejaron a solas con ella, además de jugar y tirarme por el suelo, no paré de sudar, corriendo tras ella por todas partes, jajaja. Además hablé con mi novio a través de SKYPE, y le conecté la cámara web para que pudiera verla también y compartir ese momento conmigo. Luego hice lo mismo con mi madre, y a todos les pareció preciosa la princesa Brilyn. Me parece que aún sin haberla visto todavía en persona, ya se ha convertido en el juguete de la casa allí en España, jaja.
Cuando nos dijeron que por fin podíamos salir de las habitaciones con los perros, Randy nos ordenó pasear por el pasillo, recorriendo la barandilla con una mano y con el perro siempre en la mano izquierda, cogido por la correa, para caminar y hacer el ejercicio del “heel”. Esto sirve para que cuando se le diga “Brilyn, heel”, ella vaya caminando junto a mí, solo sujeta por la correa (sin el arnés).
Ese primer ejercicio se hace para que el perro se adapte a nuestro ritmo al caminar, y para que nosotros aprendamos a tirar de la correa del perro y corregirle si va demasiado deprisa.
Eso es lo que me ocurre a mí con Brilyn. Tiene tanta fuerza, que a veces va por delante de mí, tirando demasiado. Yo intento frenarla, y le digo lo del “Brilyn, heel”, pero por lo visto no soy lo suficientemente firme, porque no me hace mucho caso. Según Randy debo ser más dura con ella, pegarle un tirón fuerte de la correa cuando vea que tira mucho, y decírselo en un tono firme, sin gritarle ni alzar la voz, pero muy seria. Esto es muy importante, y trato de practicarlo mucho con ella por los pasillos, porque como no consiga que me haga caso ahora, luego hará siempre lo que le dé la gana y ya no conseguiré controlarla.
El resto de mis compañeros van bastante bien, aunque se nota sobre todo la experiencia de Juanjo y Carmen, que saben bien qué tono de voz deben emplear para que el perro les haga caso y no se distraiga en las musarañas. Aunque el Lyncoln de carmen es un poco perezoso, jajaja, y a veces se para a mirarla a ella, como esperando para ver si le da una cookie de premio.
Lo gracioso es oír a Juanjo diciendo el nombre de su perra. NO consigue quedarse con la pronunciación de Sunshine (que se dice “sánsain”), y a veces la llama “Sansai”, “Sasai”, o cualquier otra cosa menos guapa, jajaja.
La perrita de Débora, la pequeña Skylar (“skailer”) es muy tranquilota, a penas da nada de guerra, a pesar de que en los primeros momentos, cuando se la entregaron en la habitación, la pobre no paraba de lloriquear. Pero luego se le pasó, y la verdad es que es de las más tranquilas, junto con Duchess (“dachis”), la Golden rubia de Ana.
El fenómeno es el Justice (”yastis”), que desde el primer park time, cada vez que salimos siempre deja la “sorpresa”, jajaja. El pobre Miguel no gana para bolsitas de plástico, jajaja.
Para eso la mía. La pobre Brilyn se ve que es tímida, y en el primer park time no hizo nada más que el número 1 (el 1 es hacer pipí y el 2 es lo otro). Ya la segunda vez que les sacamos, cuando casi todos hubieron terminado y ya se habían metido para las habitaciones, ella se quedó a su aire buscando un buen sitio para dejar su “regalo”, y al fin hizo el número 2.
Así que, por lo que he podido ver hasta ahora, mi Brilýn es muy cariñosa, lametona, dulce, algo tímida para hacer sus cosas en público, y sobre todo, muy sensible.
Cada vez que la dejo atada porque tengo que ir al baño, o me meto a la ducha y no me ve, porque ella está en la habitación y yo en el baño (lógicamente), se echa a llorar. Bueno, en realidad es como si sollozara, o lloriqueara para que yo vaya a darle mimos.
Se ve que es una perra que necesita mucho cariño, necesita constantemente mi aprobación, y cuando la ato a la cadena lo pasa fatal, hasta el punto de que se revuelve, lloriquea y se me pone sentada para que la acaricie, como diciendo “¿ves? Me porto bien, soy buena y me siento, por favor, no me ates aquí, ¿por qué tienes que atarme?”.
Ayer hubo un rato que lo pasé fatal. Fue la primera vez que tuve que atarla a la cadena para poder ir al baño a llenarle el bebedero de agua. Cuando tenía el agua lista en el baño y volví a buscarla, tenía toda la carita húmeda, y estaba sollozando, venga a tirar de la cadena y medio ahogándose por el esfuerzo. Ahí ya no pude más, y todos los nervios del día y toda la tensión y la emoción acumuladas se desbordaron, y me eché a llorar yo también como una boba.
Ya sé lo que me vais a decir, que es normal, que no debo preocuparme. Todo eso me lo ha dicho ya Randy, que algunos perros muestran así su estrés por el cambio, que lloran y piden atenciones, que tiran mucho de la cadena y se medio ahogan. Me dijo que tanto su reacción como la mía son de lo más normales, pero que debo aprender a tener paciencia.
Pero entended que era mi primer día con ella, y que cuando la vi tan ahogada y llorando, me sentí tan impotente, que me derrumbé. Porque no es lo mismo conocer la teoría, saber que eso podía pasar, que luego verlo en vivo. No tiene ni punto de comparación.
Afortunadamente a lo largo del día la cosa se fue tranquilizando, y los perros que nos dieron por la mañana no se parecían en nada a los que teníamos por la noche. Estaban mucho más relajados, más tranquilos para no llevar ni 24 horas con nosotros.
Hoy también fue un día de paseos por el pasillo, con el “heel” para arriba y el “heel” para abajo. Y por la tarde fuimos al centro de Rochester, para andar con el arnés.
Para ser sincera, la cosa cambia totalmente cuando pasas de la correa al arnés. La perra parece otra. Con la correa tira mucho y se distrae un montón, pero es ponerla el arnés encima, y se suaviza. Quizás sea también porque Randy viene a nuestro lado, por si tiene que corregirla algo a ella o corregirme a mí, pero lo cierto es que llevarla agarrada con el arnés es una maravilla. El hecho de ver cómo se detiene en cada bordillo, cómo me ayuda a cruzar hasta la acera de enfrente... Es una sensación que sólo los que tienen perro guía podrán entender.
Hoy por la tarde además de eso, de ir con los perros cruzando calles y manzanas con el arnés puesto, hemos hecho una prueba de coche. El supervisor del equipo de los instructores, un chico muy majo que se llama Kit MacGregor, iba en un coche y provocaba situaciones para ver cómo reaccionaban nuestros perros.
Primero pasaba con el coche despacio por una calle, para ver si el perro disminuía el paso al verlo. Luego, en la siguiente calle, pasaba más rápido, y en la siguiente, de nuevo pasaba por delante con el coche.
Las tres veces he notado perfectamente como la perra disminuía la velocidad al ver el coche y se paraba bastante antes de llegar al bordillo. Así que Randy y yo la hemos felicitado efusivamente, diciéndole “good girl” varias veces, porque lo ha hecho realmente bien.
Esto es todo lo que hemos estado haciendo ayer y hoy con nuestros nuevos compañeros.
Hoy hemos acabado agotados, ellos y nosotros. Estos primeros días van a ser duros, porque hay que trabajar mucho y con mucha paciencia, hasta que el perro se haga a la idea de que ahora es a nosotros a quienes tiene que obedecer.
La experiencia es dura a veces, sobre todo emocionalmente intensa, y en mi caso es agotadora porque tengo que estar todo el tiempo pendiente de que me haga caso. Es que la Brilyn es muy sociable, y en cuanto alguien le dice algo se pone a chuparle, o en cuanto ve entrar a otro perro enseguida se levanta para ir a saludarle, jajaja. No para quieta, está súper atenta a todo, y según me han dicho, tiene una mirada muy despierta, como si todo quisiera verlo y comprenderlo.
Ahora está ahí recogidita, en su colchoneta, durmiendo mientras yo os escribo estas líneas.