Para no aburriros mucho con los detalles del viaje, trataré de contarlo de forma resumida, narrando solo las anécdotas más reseñables.
La juerga empezó ya en el mismo aeropuerto de Madrid Barajas, cuando nos despedimos de los familiares y pasamos el control de seguridad. Allí llegaron 3 asistentes para ayudarnos a pasar toda esa fase, y ayudar así a Lourdes, nuestra intérprete, a llevar a los 6 invidentes a través del aeropuerto. Bien, pues uno de los asistentes llevaba una silla de ruedas, y fue directo hacia Juanjo, pidiéndole una y otra vez que se sentara, que le iba a llevar en la silla. Juanjo le dijo que no, que no hacía falta, que tan solo era ciego, pero las piernas las tenia perfectas, y el chico venga y venga, hasta 3 veces le dijo que se sentara, hasta que ya en el ascensor, Juanjo le dijo que no fuera tan pesado, que se sentara él y el propio Juanjo le llevaba. Pues ya nos tienes ahí a todos riendo a carcajadas en el ascensor. No sé si al chico de la silla le hizo mucha gracia o no, pero lo cierto es que era un poco pesado con la silla, jajaja.
Así que el resto del viaje, ya tuvimos broma asegurada. Cada vez que Juanjo se acordaba del tío de la silla se echaba a reír, y el resto le decíamos que seguramente cuando llegáramos a Chicago habría otro con la silla esperándole jajaja.
Como ya sabéis, no teníamos vuelo directo desde Madrid hasta Detroit, con lo cual tuvimos que hacer un trasbordo en Chicago. Y menos mal, porque si las 9 horas que duró el vuelo de Madrid a Chicago se nos hicieron ya interminables, no os quiero contar si encima tenemos que hacer un vuelo más largo... Esas 9 horas se hacen larguísimas, a pesar de que íbamos entretenidos charlando y contándonos cosas de nuestras respectivas vidas, para irnos conociendo, y los primerizos no parábamos de hacer preguntas a los repetidores. Además la comida que nos dieron en el avión no estuvo nada mal, y eso que tiene muy mala fama. Pero a pesar de las comodidades y de la charla con los compañeros, lo cierto es que las 3 últimas horas del vuelo son agotadoras. Uno no sabe ya ni cómo sentarse para que no le duela la espalda o las rodillas.
Pero en fin, no quiero contaros nuestras penurias en el avión, jjaja, porque seguro que todo eso ya os lo imaginabais.
Nada más aterrizar en Chicago y entrar al aeropuerto, os prometo que olía a perritos calientes y hamburguesas. Es el primer aeropuerto que piso que huele tantísimo a comida y que tiene un olor tan característico, pero es que de verdad que olía muchísimo a hot dogs, ¡lo prometo!
A parte de eso, todo fue de maravilla. Ninguna maleta se extravió, y vinieron mas asistentes para ayudarnos (esta vez sin silla, para el alivio de algunos, jajaja).
Allí nos llevaron a un avión, que como bien dice Joaquín, el marido de Carmen, parece el de los Playmóvil (los muñecos de juguete chiquititos, para quien no haya tenido la misma infancia que yo, jajaja). Era el avión más pequeño que yo he visto en mi vida. Bueno, vale que no soy una experta en aviones, pero oye, ya he montado al menos 6 o 7 veces, y nunca había visto uno tan estrechito. Tenía 2 asientos a cada lado, y en medio un pasillo. Es decir, como un autocar con alas, jaja.
Ahí estuvimos algo más de una hora, es decir, en lo que se tarda en llegar a Detroit.
El aeropuerto de Detroit es más pequeño que el de Chicago, pero en su favor diré que al menos no olía a perritos calientes, jajaja.
Allí ya nos estaba esperando Randy, nuestro instructor, el que va a ser nuestro entrenador con los perros durante todo el curso en Leader Dogs. Se trata de un hombre de unos cincuenta y tantos años, alto, muy grandote, rubio, y con una voz muy profunda, de acento típico americano. Él dice que es de Ohio, pero es fácil imaginársele con un sombrero de caowboy, dirigiendo un rancho en Texas, jaja.
Es muy simpático, muy gracioso, y siempre está bromeando. Cuando le dijimos lo de su acento, se echó a reír y nos dijo, tratando de chapurrear el castellano, que era el patrón de la hacienda, que nos iba a llevar de rodeo, y que teníamos que obedecerle porque es nuestro patrón mientras estemos aquí, jajaja.
Así que Randy nos ayudó a llevar las maletas hasta la furgoneta de la escuela, y cuando todos estuvimos acomodados, nos llevó hasta Rochester, a unos 45 minutos de Detroit. Ya eran aproximadamente las 20:30 en Michigan (las 2:30am en Esppaña) cuando por fin, tras más de 16 horas de viaje, llegábamos a Leader Dogs.
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