lunes, 14 de febrero de 2011

EL AMOR ES CIEGO

Es 14 de febrero, San Valentín. Seguro que más de una vez, habéis oído la expresión que dice que el amor es ciego. Cada vez que escucho esa expresión, veo en mi cabeza la imagen de un corazón con sus manos y sus patitas, que lleva gafas de sol oscuras y un bastón blanco para ayudarse a caminar.

También es típica en ocasiones la imagen de Cupido, ese diablillo que lanza flechas de amor de forma descuidada, con una venda cubriéndole los ojos.

¿Por qué se asociará al amor con la ceguera? Si es así, en la ONCE deben de estar siempre de lo más románticos.

Dicen que sólo se ama lo que se conoce. Y para conocer, necesito dar un primer paso: ver al otro, observar al otro. Pero ese ver y ese observar, no siempre tienen porqué ser literales.

Las personas que no pueden ver con los ojos, también son capaces de enamorarse, de amar a otras personas. La belleza exterior, con el paso de los años desaparece, los cuerpos y las caras van cambiando, van envejeciendo. Y al final, con quien vamos a convivir y pasar el resto de nuestras vidas, es con una personalidad, alguien con sus manías y sus defectos, con su carácter abierto o introvertido, y no con unos ojos azules y una sonrisa de anuncio. Eso al final se va apagando.

Las personas invidentes, que no pueden fijarse en el aspecto físico, cuando se enamoran de alguien se fijan en otras cualidades. Por ejemplo, si tiene sentido del humor, si sabe sonreír y reírse de sí mismo, si es amable y cariñoso, si no alza la voz aunque esté enfadado, si nos trata con respeto y sabe comprender nuestra discapacidad. Son muchas las cualidades que pueden verse sin necesidad de usar los ojos. Siempre están ahí, solo hay que saber observarlas.

Y cuando una persona que no ve llega a enamorarse de otra, se enamora de su forma de ser, de su personalidad, de su risa, su forma de hablar, sus caricias en el rostro, su manera de cogerle de la mano para que sepa que está ahí.

Tal vez no puedan mirarse a los ojos, ni hablarse sin palabras, porque no pueden ver lo que la mirada del otro les dice. Pero pueden aprender a escuchar con el corazón, a buscar gestos, caricias, roces con la mano, que llegan a sustituir esas miradas cómplices.

La clave está en compartir con el corazón, no tener miedo de compartir los secretos más profundos, y que son tesoros para nosotros.

Como un día le dijo el zorro al Principito:


"Yo te regalaré un secreto. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible para los ojos."